Hace unos meses que me andaba rondando por la cabeza subir desde el pueblo hasta el Portillo de la Lunada, recorriendo las cimas que encontramos a nuestro paso. Era una ilusión, un pequeño reto, donde dar cabida al sueño de recorrer en una sola jornada parte de los montes que hemos ido visitando a lo largo de muchas jornadas de montañismo: “Brenas, Alto de Bustablado, Alto del Tejuelo, Porracolina, Carrío, Pizarras, Veinte…”.
Ocho fuimos los que partimos de Rucandio: Tino, Cote, Héctor, José Manuel, Chema, Javi, Pablo, un servidor y nuestra fiel compañera Saika.
Con las primeras luces iniciamos el camino, partimos hacía Brenas, recorriendo parte de los hoyos que se forman en las Peñas de Rucandio, buscando la pista que une La Cavada con Angustina.
Empezamos la primera de las subidas, la que nos lleva a nuestra querida Brenas, altura máxima del municipio de Riotuerto. Desde aquí la ruta nos da un descanso que aprovechamos para disfrutar de las vistas.
El día poco a poco va abriendo mientras seguimos las pistas que nos dan vistas a los dos valles, Miera y Asón.
Llegamos al Alto de Bustablado y nos adentramos en una de las zonas más bellas y recónditas: El Canal del Haya.
Cuatro veces la he visitado, y en todas las ocasiones el paisaje ha cambiado. Ahora, a las puertas del verano el canal se vuelve más hermoso, quizás más sombrío por la vegetación que está mucho más frondosa. Las haya se hacen majestuosas, abarrotando sus copas de verdes hojas.
Hermosa como ninguna esta canal es muy atrayente y siempre es un placer recorrerla.
Salimos de este pequeño universo, como si volviéramos de otro mundo, de un viaje por el tiempo. Nos encaminamos al alto del Tejuelo, desde donde contemplamos la recia y a la vez hermosa figura del Porracolina.
Nos tiramos monte abajo, un mirada para ver la figura de Pablo que se pierde en el fondo del barranco del Paso Malo, cuando llegamos al Paso, Pablo ya está subiendo la pared herbosa que le lleva a la Fuente del Porracolina. Disfrutando en su ambiente, es una gozada verle andar con tanta facilidad por estos terrenos.
Nos queda de roer el hueso más duro de la ruta. Las fuertes pendientes herbosas que nos llevan a la lima del Porracolina. La pendiente se acrecienta y además tenemos que recuperar los metros perdidos en el descenso para buscar el Paso Malo. Cada uno sube a su ritmo buscando el camino más cómodo.
Mientras tanto Pablo nos saluda desde la cima ¿?, ¿No será un extraterrestre disfrazado?
Las nubes cubren la cima del Porracolina, aprovechamos para comer, ya estamos en el mediodía y tenemos que reponer fuerzas. Las nubes se retiran de la cumbe y aprovechamos para hacer cima.
Nos encaminamos al Carrío, el viento sopla con fuerza y la temperatura ha descendido considerablemente. Llegamos a la base de este monte y tenemos que salvar una fuerte pendiente herbosa, desde abajo se ve más dura de lo que realmente es.
Nos quedan cerca de 6 km para terminar la ruta y las piernas empiezan a dar signos de cansancio. Seguimos subiendo en busca del Pizarras. Se echa la niebla y nos juntamos, cada vez hace más frío y estos últimos kilómetros se hacen muy pesados. Cansado, sin vistas ni referencia me va haciendo mella en el ánimo.
Acortamos por debajo de la cima del Pizarras y bordeamos la cima del Veinte metidos de lleno en la fría niebla. Desde el Veinte solo nos queda bajar al Portillo de la Lunada.
Volvemos a tener vistas y el ánimo crece cuando vemos el cartel que anuncia la altura del puerto. Mientras esperamos a los coches que nos bajaran a Rucandio, una sonrisa de satisfacción se dibuja en nuestra cara.
Todos quedamos satisfechos, unos más cansados que otros y el incombustible de Pablo, ¡fresco como una rosa!. Nos prometimos realizar otro reto, esta vez circular. Habrá que pensar en ello, pero eso es parte del futuro, ahora toca descansar.