lunes, 27 de diciembre de 2010

Pico Peñalara, techo de Madrid.


Nos encontramos en Madrid, la capital del reino, de las prisas, del tráfico. Madrid crece  desmesuradamente deprisa, desde que comenzaron las inmigraciones interiores de los años 40 a 70, cuando se buscaba un mejor porvenir en la creciente capital. Ahora Madrid, se ha convertido en un gigante que crece sin control y ha extendido sus brazos por todos los puntos cardinales. Solo la crisis del ladrillo ha logrado parar a este coloso. Pero estoy seguro que despertará, y seguramente con más hambre de suelo.
Nos encontramos en La Villa y Corte, crisol de culturas, ciudad hermosa y abierta a todos. Madrid tiene un dicho: “De Madrid al cielo”, un cielo particularmente azul y hermoso, aunque muchas veces hay que adivinarlo a través de un hongo sospechosamente gris. Pero en los días de invierno, cuando el viento frío venido de la cercana sierra, arrastra la contaminación a otros lugares, entonces es cuando se disfruta de este azul tan especial que tiene Madrid.
Al norte de la comunidad se encuentra la sierra de Guadarrama, un cordal de montes y picos que pertenecen a la cordillera del Sistema Central, muchos de los picos que componen esta sierra sobrepasan los 2000 m. de altitud.
Nosotros vamos a visitar el Parque Natural de Peñalara, creado recientemente para proteger este ecosistema de alta montaña, donde se encuentran las mayores altitudes de la sierra de Guadarrama. No hace mucho tiempo, miles de Madrileños veníamos a disfrutar de la estación de esquí de Cotos, ahora desmantelada.
Subiremos a Peñalara, el techo de Madrid y tercera cumbre más elevada del Sistema Central, por detrás del Pico Almanzor y La Galana.
Madrugamos para estar pronto en el aparcamiento de Cotos, Madrid es muy grande y  muchos de sus habitantes se desplazan a la cercana sierra. Antes pararemos en Navacerrada a comprar un pan recién hecho, todavía calentito, (uhhh, no se si este pan va a llegar arriba entero…).
Cuando llegamos al aparcamiento en torno a las 10:00 de la mañana, ya está ocupado hasta la mitad. Cargamos las mochilas, enganchamos las raquetas y empezamos a subir.
La nieve es escasa, aunque dura debido a las bajas temperaturas, en algún tramo ha desparecido y nos obliga a pisar piedras o a buscar manchas de nieve.
El camino no tiene pérdida y está muy bien señalizado. Para subir a Peñalara, pasaremos primero por los picos de Dos Hermanas: Hermana Menor (2269 m.) y Hermana Mayor (2284 m.).
Al llegar a Hermana Menor, el viento del norte hace su aparición, particularmente frío a más de 2000 m. de altura. El viento desplaza la nieve y deja al descubierto una buena capa de hielo.
Seguiremos el cordal de cumbres hasta llegar a Peñalara, la cumbre barrida por los vientos no me parece nada acogedora, aunque hay un pequeño belén en la base del mojón geodésico que la hace parecer navideña. Yaiza no es muy amiga del viento tan frío y busca refugio en un parapeto de piedras. Desde la cumbre intento descubrir a la laguna de Peñalara, pero no la veo, supongo que yace oculta debajo de una capa de hielo y nieve.
Es curioso como cambiamos, ahora me confunde ver tantas personas haciendo una ruta. En todo el trayecto nos encontramos con gente que subían o bajaban, con crampones, con esquís, con raquetas, o incluso solo calzados con botas de montaña (algunos se llevaron unos cuantos resbalones en el hielo). Hace unos años para nosotros era lo normal, caravanas de coches para ir o venir de la sierra madrileña. Ahora acostumbrado a las montañas Cántabras, mucho menos masificadas, se me hace raro ver tanta gente en la montaña. Me pregunto se me estaré volviendo viejo, o me estaré convirtiendo en una especie de eremita que huye de la gente y de los lugares masificados.
Buscamos refugio entre las piedras y comemos a toda velocidad, aunque la mañana es soleada, el viento no te permite descuidarte en las paradas, las manos se quedan heladas y no obedecen a los movimientos. Una última mirada a la “Bola del Mundo” y bajamos raudos y veloces.
Volvemos por el mismo camino hasta el aparcamiento, ahora está completamente lleno, esta es otra aventura, abrirse camino entre los coches que entran y salen, la gente en la nieve, ¡Que locura!.
Volvemos a la “capi”, por el Valle de Lozoya. Rememoro los lugares donde pasamos numerosas jornadas estivales, jornadas de  pesca, de acampada, disfrutando del aire serrano y refrescándonos en las frías aguas de sus ríos, días de huida del calor asfixiante del asfalto y de la rutina diaria.
Se echa la tarde encima, volvemos al barrio, con la familia, con los amigos de siempre, a disfrutar de una cerveza bien tirada y de los excesos navideños.
Como siempre para descargar las fotos de nuestra pequeña aventura madrileña, o para descargar el track de la ruta, hay que pulsar en la imagen correspondiente.

         

sábado, 11 de diciembre de 2010

Pico Humión desde Valderrama


Hoy es el Día Internacional de la Montañas, no se nos ocurre mejor manera de celebrarlo que subir a una de las tantas y tan hermosas montañas que tenemos en nuestra geografía.
Volvemos a las Merindades, en esta ocasión a los Montes Obarenes. Llevamos mucho tiempo con ganas de visitar la ciudad más pequeña de España, me refiero a Frías. Pero antes tenemos que hacer honor al día que celebramos y subiremos al Humión, considerada la cima más alta de los Montes Obarenes, con una altitud de 1435 m.
Javi, será el encargado de guiarnos hasta la cima, para ello ha elegido un camino que recorría en su niñez, el camino parte de la carretera que nos lleva de Frías a Valderrama.
La mañana está muy despejada y la helada caída durante la noche ha sido muy grande, el suelo está prácticamente helado, el agua caída en los días pasados ha saturado la tierra, ahora ese agua mezclada con la tierra se ha helado y el suelo está muy duro, como un bloque de hielo.
La pista empieza a ganar altitud con unas rampas bastantes píndias, el sol que va apareciendo entre las cumbres de estos montes, junto con el esfuerzo de la subida van haciendo su efecto y nos empieza a sobrar la ropa. Una mirada para atrás y contemplamos la ciudad de Frías, con la silueta del castillo encaramado en la roca. Empiezo a tener ansiedad por visitar la ciudad, desde aquí se ve muy hermosa, pero tendremos que esperar a la tarde.
La subida ahora se suaviza y seguimos el cordal que nos llevará al pico Humión. Desde el cordal la vista se amplia y tenemos vistas al Valle de Tobalina. El valle se encuentra en parte cubierto por la niebla, de entre la niebla surgen las chimeneas de la central nuclear de Garoña.
Seguimos subiendo hasta llegar a la parte más bonita de la ruta. Tenemos que atravesar un paso entre farallones de rocas, es el paso con más dificultad, aunque no entraña riesgo alguno.
 
Al final de las formaciones rocosas hay que subir a la plataforma de rocas que nos lleva a la cima del Humión. Una Cruz metálica, muy semejante a la que hay en Gorbea, nos indica que estamos en el punto más elevado.
El sol está en lo alto de la bóveda celeste, su calor nos invita a descansar y reponer fuerzas, mientras tanto contemplando los paisajes castellanos.
Descansados y repuestos del esfuerzo bajamos por el mismo camino. Ahora nos toca recorrer las calles de Frías, pero antes pararemos a comer en el Santuario de Ntra. Sra. de la Luz, en Tobera. El entorno de Tobera tiene un encanto especial, el agua corre por todas partes, cascadas que saltan al vacío entre rocas y quejigos.
La comida rápida y ligera, hay mucha humedad y en las puertas del desfiladero el sol no llega a calentar el santuario, además el sol aligera su recorrido para irse a dormir.
Apenas un par de horas para visitar el castillo de Frías y pasear por las pintorescas calles. Al filo de la noche, en semioscuridad, con el aroma de la leña que calienta los hogares, se para el tiempo y  retrocedemos al pasado, a los tiempos forjados con la armadura y la espada.
 
Frías conserva ese sabor medieval en sus calles, ha sido una visita demasiado corta, sin duda que volveremos a recorrer la ciudad, quizás en primavera, cuando el campo se llena de vida.

         

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Mazo Grande y Mazo Chico


Este año la nieve se ha adelantado, pero la gran cantidad de nieve caída apenas ha durado unos instantes, como los sueños que desaparecen con la llegada de un nuevo día. El viento sur eleva las temperaturas y disuelve la nieve en cuestión de horas, en apenas dos días solo quedan restos de neveros por las altas cumbres. Parece mentira que el sábado pasado lucieran un manto blanco.
A falta de nieve volvemos a dejar las raquetas y realizamos una ruta que teníamos pendiente de repetir. La primera intentona de subir el Mazo Grande se perdió al bajar de Hornijo, la niebla y la amenaza de lluvia fue suficiente razón para desistir.
La jornada de hoy se presenta muy despejada y estamos en alerta amarilla, el viento sur sopla con rachas de hasta 80 km/h.  Iniciamos la marcha en el barrio de Astrana, que pertenece al municipio del Valle de Soba, las previsiones son correctas y el viento sopla con fuerza, aunque desagradable nos viene bien, nos lleva en volandas cuesta arriba.
De momento las nubes están paradas al otro lado del cordal de montes y cumbres que separan el valle de Soba de tierras castellanas, alguna nube sobrepasa dicho cordal dejando caer algo de lluvia en dirección a Ramales, pero de momento no nos llega a nosotros.
Subimos la pista y en las primeras curvas nos encontramos con el desvío que se dirige a la Cueva del Mortero de Astrana, dejamos su visita para la vuelta, con la intención de comer al resguardo del dichoso viento, que no para de soplar.
En uno de los cruces, las indicaciones nos mandan a la derecha para ir al Mazo Grande, a la izquierda para ir al Hoyo Masayo, aunque el track que tenemos se dirige al Hoyo Masayo, decidimos coger el camino de la derecha, para hacer una ruta circular.
Para subir al Mazo Grande, hay que rodearlo para atacarlo por la cara norte, la subida no implica ninguna dificultad si no te equivocas de senda, ya que puedes toparte con algún cortado. Al ser un pico solitario, las vistas en todos los sentidos son poco menos que espectaculares. A sus pies el valle de Soba, al Oeste las cumbres del Alto Asón, preciosa la cima del Porracolina, desde aquí parece una pirámide perfecta.
Más cercanas tenemos las cumbres de Peñas Rocías y el Mortillano. Una pena que el viento tan fuerte y desagradable nos echara para abajo, hubiera sido un bonito sitio para comer.
Como la mañana nos esta cundiendo, decidimos subir al Mazo Chico. No hay que dejarse engañar por el nombre, aunque con menor altitud que su hermano mayor, la subida al Mazo Chico es mucho más técnica y peligrosa, hay que abrirse camino por una fuerte pendiente entre garmas y lapiaces de roca caliza. Una subida corta, pero muy exigente y con bastante riesgo de caída en caso de terreno mojado. Nos llevó más tiempo del previsto subir a esta pequeña cumbre, aunque tengo que reconocer que mereció la pena la trepada entre piedras, saltando como cabritillas, sobre todo Yaiza, sinceramente creo que este es su terreno, se mueve por él con una agilidad sorprendente, saltando de piedra en piedra en un perfecto equilibrio.
Bajando del Mazo Chico se empiezan a formar unas nubes amenazantes por el norte, el viento esta cambiando de dirección y es mejor comer en la base de la montaña, no me imagino bajar por estas rocas mojadas.
Según comemos, las nubes van ganando terreno al sol, ahora el viento es más frío, viene del norte, mal asunto, pronto lloverá. Dicho y hecho, apenas acabamos de comer cuando empiezan a caer las primeras gotas.
Volvemos al coche por la pista que se dirige a Astrana, una rápida mirada a nuestras espaldas nos indica que las nubes avanzan más rápido de lo previsto, ya no vemos las siluetas de los Mazos, han quedado atrapados por la niebla. A paso ligero nos dirigimos a Astrana mientras llueve ligeramente. Es increíble como cambia el tiempo, en apenas dos horas hemos pasado de un sol radiante a una suave lluvia. Esta claro que el clima de las montañas es muy caprichoso, siempre cambiante.
En el track hay que tener cuidado, llegando a la casa de la Regata, ya casi debajo del Mazo Grande, nosotros acortamos cruzando una alambrada, pero la mejor opción es seguir por el camino hasta encontrarnos con el camino que viene de hoyo Masayo, así evitamos tener que cruzar las alambradas.

         

sábado, 4 de diciembre de 2010

Brenas, paseo invernal


Este año parece que el invierno se ha adelantado, después de un mes de noviembre particularmente frío y lluvioso, los primeros días de diciembre no se quedan atrás, los temporales pasan unos detrás de otros sin descanso. El paso del último temporal nos ha dejado una estampa invernal. Todas las cumbres visten sus galas blancas, desde Peña Cabarga hasta las grandes alturas de Picos de Europa. Como en un adelanto de la navidad, Cantabria cambia el manto verde por el de color blanco.
Hoy estamos en el ojo del huracán, donde reina la calma. Hoy nos ha dado un respiro el temporal, con un día claro y luminoso. No podemos perder la ocasión de visitar nuestra little Switzerland Cántabra. Mañana nos volverá a envolver el huracán y no se puede desaprovechar la oportunidad de pisar la nieve virgen.
Cuando el pueblo  se empieza a desperezar, ya tenemos las mochilas con las raquetas al hombro. Mientras avanzamos entre las casas, nuestros vecinos del barrio de Arriba pensarán “Donde van estos con la helada que está cayendo”.
Subimos a buen ritmo la pista que nos lleva al Alto de Brenas, pese al frío matinal, enseguida empezamos a entrar en calor. La nieve está mas alta de lo que esperábamos y la ansiedad por ponernos las raquetas se acrecienta.
La nieve va apareciendo, poco a poco, muy tímidamente va ganando espesor, hasta que llegó el ansiado momento. La pista ya tiene una buena capa de nieve, es hora de empezar el ritual: extendemos los bastones, nos ajustamos las raquetas, nos ponemos las gafas, y por último, el gorro y  “la braga” cierran el ritual. Mientras tanto Saika, ajena a nuestro movimiento corre como loca por la nieve.
Estamos en la cara Norte de Brenas, de momento estamos protegidos del viento. Pero según vamos girando a la cara Sur, la cosa cambia. El viento del sur se hace sentir, con ráfagas que en ocasiones nos desequilibra, incluso en ocasiones nos hace casi caer.
Contemplar todas las cumbre nevadas, pisar la nieve todavía virgen, quedarse embobado mientras el viento levanta cortinas de nieve es suficiente motivo para aguantar el molesto viento y seguir adelante.
Hay mucha nieve, ahora calentada por el sol se vuelve blanda y nos obliga a esforzarnos más al avanzar, nos hundimos en algunos tramos hasta la rodilla, el sobreesfuerzo que supone abrir camino va pasando factura y las piernas se sobrecargan.
Avanzamos con la vista fijada en Porracolina, nubes de nieve son levantadas por el viento, no me imagino estar en la cima en estos momentos, seguro que salimos volando.
Pasado el mediodía, contemplando la costa y el Buciero decidimos volver, por hoy ya estamos satisfechos.
Volvemos por nuestros pasos, ahora es más fácil, el camino ya está abierto y avanzamos a mejor ritmo.
El día limpio y luminoso nos ofrece una vista excelente de la costa Cantábrica y de Santander, la novia del mar.
Bajamos cansados y muy satisfechos, deseando volver a subir.
Pero el clima se burla constantemente de nosotros, el viento sur y la subida de la temperatura seguramente hará que mañana desaparezca toda la nieve de Brenas…
Y Nosotros despertaremos dudando si el paseo invernal ha sido verdad o un lindo sueño.

           

domingo, 31 de octubre de 2010

Collados del Asón. Canalahonda

Volvemos a dejarnos caer por el Alto Asón. En esta ocasión vamos a visitar otro de sus cañones, Canalahonda ó Canal Honda. Rafa ya lo había recorrido en una de las visitas guiadas que realizan RENPCAN, por lo tanto él será el encargado de guiarnos.
La mañana está fresca y el cielo amenaza lluvia, de camino al Parque Natural de los Collados del Asón, alguna nube descargó sobre nosotros el líquido elemento, pero de una forma débil  y fugaz. Esperemos que nos respete el día, aunque las previsiones meteorológicas dicen todo lo contrario.
Dejamos los coches en el aparcamiento de los Collados del Asón, rápidamente empezamos a subir por la pista que nos llevará a El Alto de la Posadía. A nuestra izquierda se abre la brecha de El coladero que da acceso a Los Campanarios.
Descendemos a la hondonada de Brenavinto para posteriormente desviarnos por el camino que nos llevara a la cabaña del Senderón. Este cabaña ofrece una bucólica estampa otoñal.
Dejamos la cabaña para buscar el paso que nos llevará al Collado de los Lobos, antes atravesaremos un umbrío y húmedo bosque de Hayas.
Una  vez pasado el collado, a nuestra derecha se abre la Canal. Una pequeña cuesta nos lleva al inicio de la grieta. Una vez entrados en la canal  la senda discurre entre las verticales paredes de piedra que se van abriendo a nuestro paso. Según avanzamos por la senda, me imagino a Moisés separando las aguas del mar Rojo con su calado, para que su pueblo escapara a la libertad. Mientras miras con cierto recelo la verticalidad de las paredes pétreas, fantaseo pensando que de un momento a otro se va a cerrar el paso, atrapándonos como quedaron atrapados los ejércitos egipcios entre las aguas del mar Rojo.
Cuanto más avanzamos, más nos embobamos. La vida se arraiga entre las piedras, monolitos de piedra aparecen entre las hayas, son rincones escondidos celosamente entre guardianes de piedra. No dejo de considerar a la naturaleza como la mejor de los artistas, en su lento camino por colonizar una árida tierra durante millones de años, nos ha dejado una y otra vez numerosas muestras de su obra.
La lluvia otoñal empieza a caer y las nubes abrazan las cumbres de este circo glaciar, se cierran sobre nosotros obligándonos a cubrirnos. El canal llega a su fin y un gran monolito de piedra nos indica la salida. Echamos un último vistazo a esta maravilla y abandonamos sus paredes.
Ahora Rafa nos guía de vuela a los coches por la cabaña de Concinchao. En el bosque que hay a los pies de la cabaña buscamos refugio entre las piedras. A resguardo de la incesante lluvia nos disponemos a comernos el bocadillo, aunque esta vez de una forma apresurada.
El otoño ya está muy avanzado y los bosques caducifolios lucen sus mejores galas, poco a poco dejan caer sus hojas tapizando el suelo con una alfombra multicolor. Contemplamos por última vez la estampa y volvemos a los coches en busca de ropa seca.


         
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