Volvemos a dejarnos caer por el Alto Asón. En esta ocasión vamos a visitar otro de sus cañones, Canalahonda ó Canal Honda. Rafa ya lo había recorrido en una de las visitas guiadas que realizan RENPCAN, por lo tanto él será el encargado de guiarnos.
La mañana está fresca y el cielo amenaza lluvia, de camino al Parque Natural de los Collados del Asón, alguna nube descargó sobre nosotros el líquido elemento, pero de una forma débil y fugaz. Esperemos que nos respete el día, aunque las previsiones meteorológicas dicen todo lo contrario.
Dejamos los coches en el aparcamiento de los Collados del Asón, rápidamente empezamos a subir por la pista que nos llevará a El Alto de la Posadía. A nuestra izquierda se abre la brecha de El coladero que da acceso a Los Campanarios.
Descendemos a la hondonada de Brenavinto para posteriormente desviarnos por el camino que nos llevara a la cabaña del Senderón. Este cabaña ofrece una bucólica estampa otoñal.
Dejamos la cabaña para buscar el paso que nos llevará al Collado de los Lobos, antes atravesaremos un umbrío y húmedo bosque de Hayas.
Una vez pasado el collado, a nuestra derecha se abre la Canal. Una pequeña cuesta nos lleva al inicio de la grieta. Una vez entrados en la canal la senda discurre entre las verticales paredes de piedra que se van abriendo a nuestro paso. Según avanzamos por la senda, me imagino a Moisés separando las aguas del mar Rojo con su calado, para que su pueblo escapara a la libertad. Mientras miras con cierto recelo la verticalidad de las paredes pétreas, fantaseo pensando que de un momento a otro se va a cerrar el paso, atrapándonos como quedaron atrapados los ejércitos egipcios entre las aguas del mar Rojo.
Cuanto más avanzamos, más nos embobamos. La vida se arraiga entre las piedras, monolitos de piedra aparecen entre las hayas, son rincones escondidos celosamente entre guardianes de piedra. No dejo de considerar a la naturaleza como la mejor de los artistas, en su lento camino por colonizar una árida tierra durante millones de años, nos ha dejado una y otra vez numerosas muestras de su obra.
La lluvia otoñal empieza a caer y las nubes abrazan las cumbres de este circo glaciar, se cierran sobre nosotros obligándonos a cubrirnos. El canal llega a su fin y un gran monolito de piedra nos indica la salida. Echamos un último vistazo a esta maravilla y abandonamos sus paredes.
Ahora Rafa nos guía de vuela a los coches por la cabaña de Concinchao. En el bosque que hay a los pies de la cabaña buscamos refugio entre las piedras. A resguardo de la incesante lluvia nos disponemos a comernos el bocadillo, aunque esta vez de una forma apresurada.
El otoño ya está muy avanzado y los bosques caducifolios lucen sus mejores galas, poco a poco dejan caer sus hojas tapizando el suelo con una alfombra multicolor. Contemplamos por última vez la estampa y volvemos a los coches en busca de ropa seca.
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