viernes, 11 de diciembre de 2009

Collados del Asón- Bustalveinte (05-12-09)

Los collados del Asón; cien veces vendremos y cien veces descubriremos paisajes nuevos y rincones no vistos, hace un par de semanas algunos de nuestros compañer@s se adentraron en los laberintos del Asón (Derrapes Mentales); hoy nos toca ir a conocer la zona de Bustalveinte.

Empezamos como es habitual en el alto de los collados del Asón, y remontamos la pista que se adentra en esta maravilla de parque natural, una vez en el alto de la Posadía, contemplamos de nuevo las vistas que ofrece el viejo circo glaciar, esta vez ya entrado el otoño, desaparecieron los colores ocres de las hayas, ofreciendo una estampa mas invernal.

Las últimas lluvias y nieves en estas alturas, han hecho que Brenavinto este lleno de agua, y el camino pase a ser riachuelo, por ello decidimos bordearlo por la derecha por el camino que sube a la Colina, una vez pasado el agua volvemos a la pista, subiendo poco a poco hasta Brenarromán, dejando a la derecha el camino que sube a Hondojón.

Un pequeño bocado en el paso del Lobo y seguimos camino de el Valle, donde nos encontraremos con un pequeño lago que se forma en el fondo de este pequeño valle, curiosamente recibe agua de algunos riachuelos, y toda esta agua se pierde en las entrañas de la tierra, imaginando su recorrido por el dominio de las sombras y las cuevas, minando poco a poco las entrañas de la montaña, ¿Donde aparecerá toda esta agua?, quien sabe, muy probablemente alimente las primeras fuentes del río Asón.


Saika cada vez disfruta más con el agua, y no dudó ni un momento en disfrutar del gélido baño que le ofreció este singular lago.

Unos metros más arriba llegamos a nuestro destino, las cabañas de Bustalveinte, a los pies del imponente Picón del Fraile que tímidamente se dejaba ver entre los jirones de niebla, bueno para ser más veraz, lo que se dejaba ver es la bola de la base militar situada en el alto de esta mítica cumbre, prohibida a los montañeros, senderistas, amantes de la montaña y supongo que a todo hijo de vecino que no sea militar.

Decidimos comer al refugio del viento que nos ofrecía una de las cabañas, no sin cierta prisa, la temperatura y el viento gélido nos invitaban a irnos con ligereza a lugares más cálidos.

Otro rincón que no conocíamos de los cientos que aún nos quedan por descubrir y recorrer por los circos y cumbres del alto Asón.

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