Vivimos en la era digital, la información nos llega en grandes cantidades y a la velocidad de la luz. Muchas veces se trata de miles de presentaciones de diversa índole y contenido, otras de cientos de chistes y una infinidad de correos basura. Pero de vez en cuando navegando por este océano de webs, blogs y redes sociales, encuentras algún relato que sobresale de los demás, una de esas historias que te paras a leerla tranquilamente, recorriendo mentalmente lo descrito.
El relato en cuestión lo encontré visitando las redes sociales, se trata de un artículo en la revista digital “Montaña Montaña”, una verdadera joya firmada por Andrés Díez. El título “Monte Endino. El señor de las nubes”.
Una vez realizado el recorrido con la mente, nos disponemos a ejecutarlo con nuestras botas de montaña. Teníamos previsto realizar la ruta circular SLS-30, partiendo desde Olea.
La subida desde Olea es continua pero llevadera. Nos lleva casi directamente a la primera de las cumbres, donde se encuentra el mojón geodésico.
Seguimos con el paseo y descubrimos los restos de una hilera de trincheras, nos traen los sonidos mudos del horror y de la guerra.
Llegados a la cumbre,nos hicimos la foto del momento.
Ahora tenemos otra tarea que realizar, no es otra que descubrir la cara pétrea del anciano del Endino, la cara que tanto nos cautivó con su relato Andrés. Los niños son expertos en estos trabajos, su mirada imaginativa les hace los buscadores perfectos. Como no podía ser de otra manera, fue la agudeza de Yaiza la que nos reveló la faz tan tremendamente humana.
Las nubes van ganando la batalla a la barrera de montes y elevaciones de las Montañas Cántabras. Avanzan a gran velocidad en nuestra dirección, apenas se distingue la cercana Reinosa y el pantano del Ebro. Son nubes negras, cargadas de agua, dispuestas a descargar en cualquier momento.
Pronto la cumbre quedo cubierta de nubes y las primeras gotas de fría lluvia nos indicaron que teníamos que volver por el camino más corto a los coches y dejar para otra ocasión el recorrido original. Algunos viendo los nubarrones tan negros, se lanzan en una carrera loca, monte abajo como almas llevadas por el diablo.
Como teníamos día por delante, buscamos el sol más al sur, parando a comer en Olleros de Pisuerga. Agradecidos por los rayos del astro rey, comimos sin prisas y con tiempo para asistir a la segunda clase de nudos.
Visitamos la iglesia rupestre de los Santos Justo y Pastor mientras apuramos los últimos rayos de sol. Como lagartos, absorbemos la energía luminosa, sabemos que al cruzar las montañas volveremos a sumergirnos en la lluvia.
Gracias Andrés por tu maravilloso relato y por la hermosura de tus fotografías, ¡Chapó!.
Siendote sincero, el monte Endino es una campa. Ah! eso sí, disfrutón a los ojos. ;) Nos faltó un poco de mejor tiempo, para poder disfrutar allí arriba lo que disfrutamos allá abajo. :)
ResponderEliminar"Las clases de nudos" ya sabes para qué son: las chicas quieren llevan una cuerda. Bueno, está bién. Pero que primero aprendan a usarla ... ;)
[PS] Jobar! Cómo corre Yaiza! ...
Javi.