Ya hemos pasado el meridiano de las vacaciones, tercer día de ruta y no se presenta el día muy halagüeño, sigue nublado y amenaza de nuevo lluvia. Desayunamos y una ligera lluvia empieza a caer, pero no nos rendimos y seguimos empeñados en conocer el valle del silencio, echamos los trajes de agua y nos ponemos en marcha.
La carretera que va desde San Clemente de Valdueza a Peñalba de Santiago, recorre el valle del silencio y es de las que no se te olvidan fácilmente (Derrapes mentales), pero os puedo asegurar que merece la pena la tensión que produce su recorrido. Y se me ocurre pensar que este trazado estrecho y sinuoso esta pensado para proteger la joya que nos ofrece al final de su recorrido.
Peñalba de Santiago es una maravilla de pueblecito, pasear por sus calles es volver a otra dimensión del tiempo, solo rota por los vestuarios modernos que llevamos encima. El olor a lumbre y la ligera nieve que nos cae encima nos baja de las nubes y nos da que pensar que la vida en este lugar sobrecogedor es muy dura y los inviernos muy largos, aún así es un pueblo de cuento medieval con un entorno natural alucinante.
La búsqueda por el retiro solitario de los antiguos ermitaños y anacoretas se realizaba en los lugares más inhóspitos y retirados, pero también los más hermosos y mejor conservados, siempre he pensado que para las construcción de monasterios y ermitas eran elegidas las mejores situaciones, con los mejores entornos naturales, me vienen a la mente la ermita de San Frutos en las hoces del Duratón, la ermita de San Bartolomé en el Cañón del río Lobos, y otras tantas edificaciones. Esto es lo que ocurre en la Tebaida Berciana, aquí buscaron retiro y fe muchos ermitaños, anacoretas y cenobitas, para imaginar su vida de aislamiento y soledad no hay nada mejor que visitar la cueva de San Genadio, a un par de kilómetros de Peñalba de Santiago.
La pena y la frustación se adueña de nosotros, el tiempo solo nos ha dado un respiro de tres horas para visitar el pueblo y comer con los tibios rayos de sol que de vez en cuando emergen entre las nubes, pero es insuficiente para realizar la ruta prevista. ¡Que faena y que mal sabor de boca!, siguiendo con la vista el recorrido de esta ruta nos damos cuenta de que es una ruta de las buenas, de las que se disfrutan metro a metro y eso me frusta cada vez más. Pero lo mejor es no pensar en las cosas o situaciones que no se pueden cambiar ya que no te lleva a ningún sitio; y como hizo Escarlata O'Hara en "Lo que el viento se llevó", lanzamos una promesa al aire: ¡Juramos ante Dios que Volveremos a la Tebaida Berciana y subiremos a los montes Aquilianos!. Casi na, hay queda eso...
De nuevo bajamos de las nubes y todo resquicio de pena se me va con el grito de Ana: ¡Cuidado, no te acerques tanto!, y es que la física no engaña en carretera estrecha, furgoneta y coche se llevan muy mal y las ruedas del coche asoman por el precipicio, mientras maniobramos Ana se tapa los ojos y se aferra al reposabrazos; ya me gustaría ver a Carlos Saínz aquí.
Pasado el susto, a tomar un café y a visitar el castillo de Ponferrada, su historia y su entorno.
Con pena despedimos a Pili y Javi, su tiempo en el Bierzo se acabó. Después a zamparnos unas deliciosas lentejas que nos preparó Bego. Y para bajarlas nos fuimos a visitar a Saturno a contarles nuestras pequeñas aventuras mientras degustamos un orujo... o dos, ya no me acuerdo.
Peñalba de Santiago es una maravilla de pueblecito, pasear por sus calles es volver a otra dimensión del tiempo, solo rota por los vestuarios modernos que llevamos encima. El olor a lumbre y la ligera nieve que nos cae encima nos baja de las nubes y nos da que pensar que la vida en este lugar sobrecogedor es muy dura y los inviernos muy largos, aún así es un pueblo de cuento medieval con un entorno natural alucinante.
La búsqueda por el retiro solitario de los antiguos ermitaños y anacoretas se realizaba en los lugares más inhóspitos y retirados, pero también los más hermosos y mejor conservados, siempre he pensado que para las construcción de monasterios y ermitas eran elegidas las mejores situaciones, con los mejores entornos naturales, me vienen a la mente la ermita de San Frutos en las hoces del Duratón, la ermita de San Bartolomé en el Cañón del río Lobos, y otras tantas edificaciones. Esto es lo que ocurre en la Tebaida Berciana, aquí buscaron retiro y fe muchos ermitaños, anacoretas y cenobitas, para imaginar su vida de aislamiento y soledad no hay nada mejor que visitar la cueva de San Genadio, a un par de kilómetros de Peñalba de Santiago.
La pena y la frustación se adueña de nosotros, el tiempo solo nos ha dado un respiro de tres horas para visitar el pueblo y comer con los tibios rayos de sol que de vez en cuando emergen entre las nubes, pero es insuficiente para realizar la ruta prevista. ¡Que faena y que mal sabor de boca!, siguiendo con la vista el recorrido de esta ruta nos damos cuenta de que es una ruta de las buenas, de las que se disfrutan metro a metro y eso me frusta cada vez más. Pero lo mejor es no pensar en las cosas o situaciones que no se pueden cambiar ya que no te lleva a ningún sitio; y como hizo Escarlata O'Hara en "Lo que el viento se llevó", lanzamos una promesa al aire: ¡Juramos ante Dios que Volveremos a la Tebaida Berciana y subiremos a los montes Aquilianos!. Casi na, hay queda eso...
De nuevo bajamos de las nubes y todo resquicio de pena se me va con el grito de Ana: ¡Cuidado, no te acerques tanto!, y es que la física no engaña en carretera estrecha, furgoneta y coche se llevan muy mal y las ruedas del coche asoman por el precipicio, mientras maniobramos Ana se tapa los ojos y se aferra al reposabrazos; ya me gustaría ver a Carlos Saínz aquí.
Pasado el susto, a tomar un café y a visitar el castillo de Ponferrada, su historia y su entorno.
Con pena despedimos a Pili y Javi, su tiempo en el Bierzo se acabó. Después a zamparnos unas deliciosas lentejas que nos preparó Bego. Y para bajarlas nos fuimos a visitar a Saturno a contarles nuestras pequeñas aventuras mientras degustamos un orujo... o dos, ya no me acuerdo.
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